No, no iba borracho.
Era por la mañana. Subía por la Rabassada hacia Sant Cugat. Al salir de una curva (a derechas) me he topado de frente con el sol.
Yo estaba subiendo por la carretera. Y el sol también estaba subiendo desde el horizonte hacia el cenit. Y en aquel momento estaba tan alto que quedaba por encima de la carretera, del salpicadero de mi coche, pero por debajo del quitasol.
Por tanto, la única forma de librarme de él hubiera sido poner una mano delante.
Reconozco que me pilló desprevenido. Y no reaccioné bien. Cuando me di cuenta, me estaba metiendo en el carril contrario (sólo hay dos carriles, uno en cada sentido, y son muy anchos).
Volantazo a la derecha, y todo volvió a la normalidad. Mi compañero de viaje se acojonó un poco (en Port Aventura lo pasaría mal, el pobre) pero no hubo ningún riesgo.
A fin de cuentas el suelo estaba seco, el firme estaba en buen estado y mis neumáticos estaban ya calentados (de algo sirve ver Formula 1).
Lo que me queda muy claro es que siempre se aprenden cosas. Parece que el mismo recorrido no vaya a darme ninguna sorpresa y me confio. Y luego pasan cosas. O no pasan, por suerte.
:-)
No hay comentarios:
Publicar un comentario