En ¡¡ Frena, frena !! prometí que hablaría de las marchas cortas y largas.
Vamos a ello.
Cuando el motor está encendido, sin pisar el acelerador, gira a un cierto número de vueltas por minuto (rpm, revoluciones por minuto). Al acelerar, el motor gira más rápidamente.
El motor hace girar un disco. Ese disco tiene enfrente otro disco del que le separan unos centimetros. El segundo disco va unido a las ruedas.
Por tanto, cuando ambos discos se tocan, el movimiento del motor se transmite del primer disco al segundo. Ambos discos se tocan cuando subimos el pedal del embrague.
Si se tocan muy rápido ¿qué pasa? Que la fuerza del motor se encuentra con la resistencia de las ruedas a moverse. Las ruedas se resisten porque soportan todo el peso del coche (pongamos 800 kilos). El motor no puede mover las ruedas, y el coche se cala.
Sin embargo, si se tocan poco a poco, se produce una fricción (que genera mucho calor). Parte de la energía generada por el motor se disipa en forma de calor. Pero el resto se transmite al segundo disco, que empieza a girar, provocando que las ruedas giren y el coche se mueva.
Aquí aparece un problema. Cuando el motor gire muy rápido, el coche alcanzará su máxima velocidad. Pero ha de tener suficiente fuerza para mover el coche cuando aún está parado (o tendremos que bajarnos nosotros y empujarlo hasta que coja velocidad).
La caja de cambios permite multiplicar esa fuerza o dividirla.
El funcionamiento de la caja de cambios es idéntica al conunto de plato y piñones de una bicicleta.
Pero eso lo veremos mañana.
:-)
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